miércoles, 20 de marzo de 2019

TESTIMONIO DE LUIS SILVA: BARRIO LA VEGUITA



Rigoberto Ramón Burgos Tovar
La Veguita, La Guaira


Señor Miguel, ¿cómo era el barrio La Veguita cuanto usted llegó?
Cuando yo llegué a este sector, eran varios los ranchos que había aquí, luego vino la creciente de 1948 y la del 51, y el río arrasó con las pocas casas del barrio, quedando unos 6 ranchos parados, más la casa grande que aquí le decíamos la quinta.
Fíjate, en esa casa vivía un señor de apellido Arrizabalaga, que en pocas ocasiones se lo veía porque tenia otros negocios que atender -me imagino- y cuando llegaron estos paisanos de él, les dio abrigo en su casa y al final les alquiló la quinta donde vivieron muchos años. Eran buena gente, muy tratables. Miguel vivió con una negra en concubinato y le parió 3 hijos, 2 hembras y un varón, su amigo el Chapas (así lo llamaba) era un buen tornero, pero nunca se buscó una pareja. Esa quinta, porque así la conocimos, en el último creciente del río, además de las continuas lluvias, la terminó de tumbar, ahora solo quedan escombros...
¿Quién le puso ese nombre de La Veguita?
Ese nombre viene... hermano, recuerda que donde funciona el actual colegio Madre Emilia, eso era una gran vega, y tenía muchos árboles frutales, también tenía una gran casa donde allí vivieron dos viejitas, estaban bastante ancianas, oí una vez que tenían parentesco con la familia Bolívar... pero también recuerdo que frente a esa vega, pasaba el camino empedrado que comunicaba a Maiquetía con Caracas, llamado el camino de los españoles, y cuando comenzaron a fabricar aquí las primeras casas, me imagino que le pusieron el nombre de La Veguita, por estar tan cerca de una vega.
¿Ustedes invadieron o compraron este terreno?
Este terreno se lo compré a un isleño que vivió muchos años aquí, por la cantidad de 180 bolívares, en el año 1947, pero las condiciones eran para pagarlo a largo plazo, además estos negocios los hacíamos de palabra, que para esos momentos era más que un documento entre caballeros, por supuesto, terminado el negocio le sacábamos los papeles al terreno. Luego con el tiempo, nuestros hijos y yo fuimos haciendo mejoras, bueno, y aquí estamos, a pesar de las amenazas del río Piedra Azul.
¿Dónde buscaban el agua para sus necesidades?
Fíjate, eso era trabajo de las mujeres, porque yo tenía que salir a bregar al puerto de La Guaira, ellas lavaban la ropa en el río, en la parte de atrás de la casa, pero luego llegaron las pilas y las mangueras y teníamos que madrugar para poder pegar la manguera en la pila, como te dije ya, era el trabajo de las mujeres y de los muchachos.
¿Cómo empezó a crecer el barrio?
Esto empezó a crecer, cuando el general Marcos Pérez Jiménez comenzó a construir los bloques de La Vilacha y la urbanización El Rincón. Empezaron familiares y amigos y otras personas que llegaron de otras partes, y empezaron a invadir estos terrenos, porque habían quedado abandonados por sus dueños y que no quisieron saber más de estos terrenos, y así se formó el barrio hasta llegar a unas 42 viviendas. Luego en el deslave del 99, desaparecieron mas de la mitad y actualmente contamos con unas 17 familias.
¿Donde compraban sus alimentos?
Aquí todos estos ranchos... años atrás todos teníamos gallinas y cochinos, además de algunas verduras que teníamos sembrados, pero mayormente nos abastecíamos de las cosechas que bajaban de los campos cercanos en mulas, y la carne la comprábamos en el mercado de Punta de Mulatos, donde estaba el matadero, carne barata. La leche nos la vendían en la puerta de la casa, todos los días venia el vendedor con la leche, el pan lo comprábamos en una pequeña panadería artesanal, teníamos dos muy cerca de nosotros, una en el sector El Restaurant y la otra en el sector Quenepe.
¿Cuáles eran sus costumbres religiosas?
Aquí aparte del carnaval, que era lo mejor de aquellos tiempos por la cantidad de orquestas y cantantes que nos visitaban, teníamos también la peregrinación de la virgen de Lourdes, desde La Pastora hasta la parroquia de Maiquetía. Yo asistí en varias oportunidades y todavía, a pesar de los años que han pasado, todavía se mantiene. La semana santa también era de mucha religiosidad para aquellos tiempos; un velorio de cruz de vez en cuando... y hablando de velorio, recuerda que a nuestros muertos los velábamos en la casa porque en aquellos momentos aquí no existía funeraria, era una manera de compartir con los familiares del deudo, amigos y compañeros de trabajo, se pasaba toda una noche jugando barajas, tomando y echando cuentos.
¿Qué enfermedades recuerda de su infancia?
Fíjate, aquí el ministerio de sanidad mantenía frecuentemente fumigación, y eso evitaba muchas enfermedades. Bueno, siempre aparecía lo más frecuente: la lechina, el sarampión, el mal de chagas y alguna fiebre fuerte por infección. Éramos una población bien alimentada, aparte de lo poco que ganábamos, pero se podía comprar de todo lo que estuviera a nuestro alcance.