Rigoberto
Ramón Burgos Tovar
La
Veguita, La Guaira
Señor
Miguel, ¿cómo era el barrio La Veguita cuanto usted llegó?
Cuando
yo llegué a este sector, eran varios los ranchos que había aquí,
luego vino la creciente de 1948 y la del 51, y el río arrasó con
las pocas casas del barrio, quedando unos 6 ranchos parados, más la
casa grande que aquí le decíamos la quinta.
Fíjate,
en esa casa vivía
un señor de apellido Arrizabalaga, que en pocas ocasiones se lo veía
porque tenia otros negocios que atender -me imagino- y cuando
llegaron estos paisanos de él, les dio abrigo en su casa y al final
les alquiló la quinta donde vivieron muchos años. Eran buena gente,
muy tratables. Miguel vivió con una negra en concubinato y le parió
3 hijos, 2 hembras y un varón, su amigo el Chapas (así lo llamaba)
era un buen tornero, pero nunca se buscó una pareja. Esa quinta,
porque así la conocimos, en el último creciente del río, además
de las continuas lluvias, la terminó de tumbar, ahora solo quedan
escombros...
¿Quién
le puso ese nombre de La Veguita?
Ese
nombre viene... hermano, recuerda que donde funciona el actual
colegio Madre Emilia, eso era una gran vega, y tenía muchos árboles
frutales, también tenía una gran casa donde allí vivieron dos
viejitas, estaban bastante ancianas, oí una vez que tenían
parentesco con la familia Bolívar... pero también recuerdo que
frente a esa vega, pasaba el camino empedrado que comunicaba a
Maiquetía con Caracas, llamado el camino de los españoles, y cuando
comenzaron a fabricar aquí las primeras casas, me imagino que le
pusieron el nombre de La Veguita, por estar tan cerca de una vega.
¿Ustedes
invadieron o compraron este terreno?
Este
terreno se lo compré a un isleño que vivió muchos años aquí, por
la cantidad de 180 bolívares, en el año 1947, pero las condiciones
eran para pagarlo a largo plazo, además estos negocios los hacíamos
de palabra, que para esos momentos era más que un documento entre
caballeros, por supuesto, terminado el negocio le sacábamos los
papeles al terreno. Luego con el tiempo, nuestros hijos y yo fuimos
haciendo mejoras, bueno, y aquí estamos, a pesar de las amenazas del
río Piedra Azul.
¿Dónde
buscaban el agua para sus necesidades?
Fíjate,
eso era trabajo de las mujeres, porque yo tenía que salir a bregar
al puerto de La Guaira, ellas lavaban la ropa en el río, en la parte
de atrás de la casa, pero luego llegaron las pilas y las mangueras y
teníamos que madrugar para poder pegar la manguera en la pila, como
te dije ya, era el trabajo de las mujeres y de los muchachos.
¿Cómo
empezó a crecer el barrio?
Esto empezó a
crecer, cuando el general Marcos Pérez Jiménez comenzó a construir
los bloques de La Vilacha y la urbanización El Rincón. Empezaron
familiares y amigos y otras personas que llegaron de otras partes, y
empezaron a invadir estos terrenos, porque habían quedado
abandonados por sus dueños y que no quisieron saber más de estos
terrenos, y así se formó el barrio hasta llegar a unas 42
viviendas. Luego en el deslave del 99, desaparecieron mas de la mitad
y actualmente contamos con unas 17 familias.
¿Donde
compraban sus alimentos?
Aquí
todos estos ranchos... años atrás todos teníamos gallinas y
cochinos, además de algunas verduras que teníamos sembrados, pero
mayormente nos abastecíamos de las cosechas que bajaban de los
campos cercanos en mulas, y la carne la comprábamos en el mercado de
Punta de Mulatos, donde estaba el matadero, carne barata. La leche
nos la vendían en la puerta de la casa, todos los días venia el
vendedor con la leche, el pan lo comprábamos en una pequeña
panadería artesanal, teníamos dos muy cerca de nosotros, una en el
sector El Restaurant y la otra en el sector Quenepe.
¿Cuáles
eran sus costumbres religiosas?
Aquí
aparte del carnaval, que era lo mejor de aquellos tiempos por la
cantidad de orquestas y cantantes que nos visitaban, teníamos
también la peregrinación de la virgen de Lourdes, desde La Pastora
hasta la parroquia de Maiquetía. Yo asistí en varias oportunidades
y todavía, a pesar de los años que han pasado, todavía se
mantiene. La semana santa también era de mucha religiosidad para
aquellos tiempos; un velorio de cruz de vez en cuando... y hablando
de velorio, recuerda que a nuestros muertos los velábamos en la casa
porque en aquellos momentos aquí no existía funeraria, era una
manera de compartir con los familiares del deudo, amigos y compañeros
de trabajo, se pasaba toda una noche jugando barajas, tomando y
echando cuentos.
¿Qué
enfermedades recuerda de su infancia?
Fíjate,
aquí el ministerio de sanidad mantenía frecuentemente fumigación,
y eso evitaba muchas enfermedades. Bueno, siempre aparecía lo más
frecuente: la lechina, el sarampión, el mal de chagas y alguna
fiebre fuerte por infección. Éramos una población bien alimentada,
aparte de lo poco que ganábamos, pero se podía comprar de todo lo
que estuviera a nuestro alcance.