FEBRERO
2018
Presentación
Poner
en primer plano nuestros lugares, nuestras historias, nuestros
personajes, nuestras comunidades, nuestras formas de vivir y luchar,
en especial de aquellos históricamente discriminados y oprimidos,
desde las voces múltiples de esta nación que se proclama orgullosa
como multiétnica y pluricultural, es un camino indispensable para
conocernos, reconocernos y enriquecer nuestra memoria colectiva.
Tiene que formar parte de la cotidianidad de un pueblo que se valora
y disfruta de sí mismo, que se relaciona con el mundo sin complejos,
en pie de igualdad y en disfrute de la diversidad humana. Es también
tarea formidable para un pueblo que quiere ser soberano y que tiene
que construir su existencia libre sobre una historia de conquista,
colonización, opresión, discriminación y negación, pero también
de resistencia, rebelión y revolución.
En
la narración de la cotidianidad, de las comunidades, de las
familias, aparecen constantemente la poesía y la belleza de la que
somos y hemos sido capaces, los terruños con sus olores y sus
cambios, tanto como las miserias, prejuicios e injusticias que hemos
arrastrado y padecido. Aparecen también entretejidos en su
complejidad concreta los dispositivos de dominación, la estructura
social y las luchas y aspiraciones del pueblo.
Esa
valoración del sitio en que hemos vivido y de los que nos han
precedido, transformando los lugares con sus ideas, padeceres, cantos
y luchas, es parte de la descolonización del pensamiento, de la
construcción de una subjetividad nuestra, que se sobrepone a la
desvalorización de lo propio y la presión para convertirnos en
meros objetos de consumo, características de los actuales mecanismos
de neocolonización.
En
esa aventura de impulsar las voces propias y múltiples se inscribe
la formación de cronistas comunales. Cronistas que tienen una rica
mina de donde tomar experiencias y saberes. Desde las palabras de los
libros vivientes indígenas, los cronistas de indias, los cronistas
municipales, los cronistas no oficiales, los memoriosos y memoriosas
de las comunidades, son múltiples los puntos de partida para
aprender a contar nuestras propias historias. Este programa de
formación pretende pasearnos, aunque sea en forma introductoria, por
ese mundo de la crónica e impulsarnos a convertirnos en cronistas
comunales. Así en plural, pues no se trata de acaparar la memoria en
una sola persona, ni de tener un solo cuento, una sola historia
oficial, se trata de formar un pueblo cronista que no sólo hace su
historia sino que sabe contarla. Y la cuenta.
El
Diplomado de Cronistas Comunales es parte de integrante del eje de
trabajo del Centro Nacional de Historia denominado El
pueblo cuenta su historia.
Una de las maneras, hermanada a otras, que comparten el propósito de
conformar comunidad, comuna y nación. Precisamente por eso es una
invitación a socializar y hacer propia nuestra historia y nuestra
memoria como conformadoras de identidad. Por eso, los cronistas
comunales deben irse conformando como colectivo local y nacional,
células memoriosas, que difunden y contribuyen a la apropiación
colectiva de la memoria.
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