martes, 11 de diciembre de 2018

LAS MUJERES DE OCUMARE DEL TUY Y SUS FAENAS…



Isaloren Quintero Bernal
Ocumare del Tuy

El Niño Quintero es un hombre con una memoria excepcional. Tapicero y pescador, sus cuentos y relatos nutrieron la fantasía de sus cuatro hijas e hijos. Una de ellas con gusto por reivindicar la historia de su propio género se empeñó un día en honrar a aquellas mujeres que su padre le nombraba.
A estas alturas de la historia no está en discusión el aporte y trabajo de las mujeres. Sin adentrarnos en las profundidades teóricas de las categorías marxistas, las mujeres desde siempre han trabajado; han trabajado muchísimo y sigue siendo poco el re-conocimiento de las características, formas y modos de realizarlo, así como del de sus aportes a la construcción de la humanidad. En el Valle del Tuy, así como en la mayoría de los pueblos de Venezuela, a finales del Siglo XIX y principios del Siglo XX las mujeres trabajaban para recibir alguna remuneración y se ocupaban de las tareas “tradicionales” asignadas social y culturalmente. Este trabajo podía ser en áreas de la pequeña manufactura (tejer capellá, atarrayas, sombreros, cestería en general), el comercio (venta de dulces, comidas, coronas de flores) y servicios (lavar y planchar a domicilio, cuidar niñas, niños, adultas y adultos mayores).
Se mantenía así la división de funciones de la reproducción y mantenimiento de la vida doméstica, lo cual no eximía a las mujeres de “ayudar” en actividades más pesadas como la agricultura, criar y beneficiar ganado, criar pollos y cerdos, entre otras. Muchas de estas faenas si bien las realizaban las mujeres solas, cada una en sus confines domésticos, muchas tareas como lavar, pilar el maíz y tejer alpargatas las realizaban juntas, no como colectivos (lamentablemente nunca ha sido generalizado el concepto de trabajo colectivo para aliviar nuestras cargas domésticas, por ejemplo, lavanderías comunitarias, masificación del cuidado de niñas, niños, enfermos), pero sí congregadas en espacios comunes.
Así pues, era usual que grupos de mujeres se reunieran a lavar en el río Ocumarito o en la quebrada de Aragüita, en el paso que llamaban “Los Nísperos”, a la altura del puente de la actual avenida Miranda donde están hoy “Las Monjas”, o las Hermanas del Santo Ángel que construyeron allí un colegio hace más de 50 años. En estos espacios las mujeres se concentraban con sus energías, sus fuerzas transformadoras y sus cuentos. Cada una, en sus espacios, pero juntas en la solidaridad de la pregunta – ¿y cómo sigue Doña Juana? – y me enteré de que la hija de Misia Ana parió ayer; – ¿fulana, y te prendió la mata e’ sábila que te llevé?, mujeres, jóvenes, adultas, mayores, casadas o solteras, diferentes y diversas, igualadas en la desigualdad.
Son incalculables las horas de trabajo y faena de las mujeres. Desde las 5 de la madrugada, antes del despertar de los sueños, ya las mujeres estaban ajilaítas y en volandillas para tejer capellá, cocinar dulces capaces de enamorar los paladares más exigentes, amasar el “pan de horno” o para ir a comprar el maíz ya molido o el nepe para los cochinos en alguno de los pilones que existían para la época, el más antiguo de estos era el de Marcelino Alba, ubicado en Sabana de la Cruz, también estaba el de Narciso Barroso ubicado en Los Mamones, hoy calle El Calvario o el de “El Gordo” Betancourt ubicado en la llamada “Bajada de la máquina”, hoy avenida Miranda.
Las mujeres no pretendemos ser mártires o ser víctimas, nos reivindica el trabajo realizado, permanente, sistemático, constante. Son muchas, infinitas mujeres laboriosas y afanadas que con su trabajo cotidiano y hacendoso fueron fundamentales en la construcción del pueblo. Rendir homenaje a estas mujeres y a sus faenas es aún una deuda con la historia contemporánea de nuestra región. Necesario es la sistematización en cada pueblo de estas mujeres. Consciente del riesgo que supone dejar a muchas por fuera, humildemente y gracias a la memoria de mi padre el ‘Niño’ Quintero que guarda los recuerdos de los cuentos de su madre Ysabel Ramona Panza y de su abuela Ysabel Patricia Segunda Panza Castro, me atrevo a recordar en este momento a estas mujeres de Ocumare del Tuy…

Ana María Delgado de Sánchez, Misia Mercedes de Pérez, Rosa Peña, Dilia Piñero, Zulay de Benedetto, Nerida Arocha, Ysabel de Díaz, Yolanda Rodil, Pilar de Herrera, Yolanda de Centrella, Elvia Cruz de Dávila.
Maestras y/o Profesoras

Señorita Clarita Sarmiento
Maestra de Catecismo y de primeras letras.
Cheche de Rodríguez
Secretaria, administradora, síndico del concejo municipal
Celia Bosque de Graterol
Ecónoma del Grupo Escolar Miranda. Presidenta del Consejo Municipal. Prefecta.
Mercedes Castro
Vendía kerosene y carbón, en la bajada de la calle Bolívar.
Srtas. Ana y Adela Martínez
Rezanderas. Dulceras (famosas melcochas)
Encarnación Díaz
Hacedora de las conservas de sidra
Eulalia Troya, Columba Toro
Cantantes de fulía.
Negra Juana
Doméstica
Delia Rondón, Ysabelita Panza, Anita Panza, Panchita Lara, Adelita Bermúdez
Alpargateras y tejedoras de capellá
Encarnación Colmenares
Bailadora de tambor
Misia Luisa y Julita Martínez
Dueñas de una fábrica de dulces criollos (famoso suspiro y bizcochuelo) en Sabana de la Cruz
Adela Aparicio
Hacedora del Pan de Horno
Luz Rada
Costurera de El Palmar
Petra Prin
Tía de Pancho Prin cantante de música tuyera. Dueña de un bar a la orilla del río Ocumarito
Pompeya, Agüeda
Parteras
Margarita Machillanda, Rosa Solórzano, Solita Cario
Hacedoras de arepitas dulces para las misas de aguinaldos
Rosa Linares
Enfermera más vieja del pueblo.
Ysabel Panza
Repartidora de cartas del sector Sabana de la Cruz. Curandera espiritual.
Celestina Infante y Leonor Infante
Realizaban dulcería criolla: conservas y pan de horno
Silviana Morín Infante, Evelia Aparicio, Gladys Reyes
Enfermeras
Evelia Bernal, Catalina Ramírez
Bedeles de la Escuela Artesanal.

A todas ellas, que entregaron sus fuerzas, gastaron sus huesos y nos dejaron su sabiduría, a ellas nuestro reconocimiento, algunas aún viven y siguen tejiendo con sus recuerdos, nuestra propia historia…

Testimonios:
Pedro Arnaldo Quintero Panza, Tapicero 63 años: “Las mujeres iban a molé, a la pilá el maí, primero en que Marcelino Alba, que estaba en Sabana e la Cruz, los de Sabana e la Cruz, eso fue por ahí en los años 50 y iban a pilar también los del pueblo por aquí a la bajá e la maquina, que ahora es la avenida Miranda, que ahí estaba Bentancul, uno que era goldísimo, el hombre más goldo que había en Ocumare y ahí trabajaba Julián Martínez que era el esposo de mi aguela puej y yo iba pa’alla a llevarle la comía, y yo me acueldo que yo tenía 7-8 años y iba pa’alla a buscá nepe (…) las mujeres iban pal río, pa’ Araguita arriba, onde están las monjas, ahí estaba el río que estaba más clarito, iban esas mujeres a lavá la ropa, iban pa’ Marare también, mi tía Anita iba pa’ Mararito con las muchachas que estaban pequeñas en aquella época, así era la vida de antes.

Testimonio:
Mi nombre es María Panza, edad 74 años, ocumareña 100%, un relato muy breve de nuestras madres, abuelas y bisabuelas (…) las tareas del hogar muy difícil, lavaban en río, cocinaban en fogón de leña, planchar con plancha e carbón y todavía quedaba tiempo para la familia y atender el conuco, cosecha que clasificaban para la venta o el trueque en la bodega y lo demás consumo del hogar… luchadora no solo en el hogar y el campo, sino también en la política, muy guerreras y con muy muy buenos valores que le transmitían a los hijos [nos decían] “respeto y convivencia” y excelentes, dejaron excelentes hombres y mujeres de bien.

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