sábado, 3 de noviembre de 2018

CORRIAN LOS AÑOS SESENTA


Catia, Caracas
Corrían los años sesenta, exactamente en la mitad de 1965, años de los grandes acontecimientos, tales como la carrera espacial en su conquista, la guerra fría, entre la URSS y USA, la revolución cubana, el desarrollo industrial en la China comunista, el avance industrial y tecnológico de Japón, la independencia de países africanos, los movimientos por la paz, hippie, paz y amor, la liberación femenina, el fenómeno musical de los Beatles, Rolling Stones, la imposición holiwoodense con su cine propagandístico comercial, la Billo’s, los Melódicos, Tito Rodríguez, la industria transnacional, transculturización, entre otros.
Yo, como venezolano, contaba con apenas 14 años, nacido en Caracas el 18 de abril de 1951, crecía en una supuesta democracia que no era más que “representativa”, donde el pueblo solo participaba cada cinco años en las elecciones presidenciales totalitarias, así era mi Venezuela querida.
Después de la dictadura del General Marcos Pérez Jiménez, quien fuera derrocado en 1958, y nombrada una Junta Patriótica, conducida por el Almirante Wolfgang Larrazábal en 1960, se convoca a elecciones y gana Acción Democrática, con su candidato Rómulo Betancourt como Presidente de Venezuela; enseguida viene la división en el gobierno, se rompe la alianza del PCV y otros partidos viene el pacto de Punto Fijo y comienza la persecución y acoso de los disidentes de las políticas entreguistas del gobierno al imperio. Son perseguidos, encarcelados y asesinados con la orden presidencial ¨Disparen primero y averigüen después¨… esos años sesenta, pueblo mío.
Así que aquí les narraré una crónica vivida y padecida el 29 de julio de 1965. Amanecía ese jueves, me levanté para ir al liceo, el despertador era una sirena de la fábrica de chocolates La India, que se oía en todo el sector del Atlántico Norte, parroquia Sucre, en un radio más o menos de unos 500 metros. Sonaba tres veces por las mañana 6:30 am, 7:00 am y 7:30 am, el complemento eran los noticieros radiales conocidos de la época, censurados por los gobiernos adecos y copeyanos de turno, las noticias que narraban eran particularmente rimadas. Sus líneas editoriales impuestas solo comentaban los sucesos políticos, obreros y estudiantiles, para desprestigiar a los autores y movimientos sociales que exigían respeto a las ideas y al bienestar social, los partidos de izquierda revolucionaria eran inhabilitados, calificados de subversivos, cuando organizaban algunas protestas pacíficas que por abuso policial terminaban en violencia, con la agresión desmedida de los cuerpos de seguridad unidos a detenciones arbitrarias, allanamientos ilegales, desapariciones, asesinatos con falsos positivos, con expedientes adulterados… en los años sesenta.
Ese jueves 29 de julio me preparaba para la próxima fiesta de quince años, de alguna de las vecinas, automáticamente éramos convocados como parte de la corte para caballero de honor, ya que un grupo de muchachos teníamos el flux negro, la camisa cuello duro blanca, el corbatín tipo mariposa, era el requisito primordial para la gala quinceañera de tan esperada edad de preciosas niñas adolescentes.
Yo, estaba en mi casa, eran las 5:00 pm, fui a visitar a una familia vecina, también por saber de una chica sobrina pariente de la familia, que me tocó de pareja en el vals de quince años de su prima y simpatizamos, ella vivía distante de la urbanización, mi intención era estar pendiente de ella: Marlene.
Al rato de haber llegado, me fueron a buscar dos amigos contemporáneos, también de la cofradía de caballeros de honor, llamados Omar Blanco, le decían Ciro Loco, y Ñaño Mata Pino para comentarme que una orquesta popular muy conocida (Los Melódicos) estrenaba una pieza muy musical, totalmente diferente a su habitual ritmo bailable, ese tema era nada más y nada menos, que el súper éxito (El Pompo), nosotros como jóvenes de la época siempre estábamos al día con cualquier producción musical. Me invitaron a que los acompañara al estacionamiento del edificio, era el sitio de reunión y disertación de cualquier tema de la actualidad en boga. Ahí se nos unió otro amigo, Orlando Beltrán, alias ¨Matraca¨… Conversando esperamos que la emisora colocara de nuevo el tema musical (El Pompo) y así fue en el medio del baile , la jarana, y el coro que dice así, ¨Mira, baila el Pompo¨… eran como las ocho de la noche cuando de repente sonaron unos disparos muy cerca de nosotros, inmediatamente nos lanzamos al piso, provenían de un autobús cargado de policías que disparaban con FAL (Fusil Automático Liviano. Made in USA), pretendían allanar el bloque 3 del Atlántico Norte, el autobús era de otra ruta que cubría la Cañada-Silencio, de color verde y plateado. Nosotros continuábamos tirados en el piso cuando sonó una explosión fuerte, como una granada. Muy cerca, mis amigos se pusieron de pie y en veloz carrera lograron ponerse a salvo al ingresar al edificio residencial. Yo intenté ponerme de pie pero no pude, se me dificultó, no tenía estabilidad, me sentía mareado, vi hacia el edificio y todo de cabeza al revés, totalmente volteado; me llevé las manos a la cabeza para contenerme y mis dedos de la mano izquierda se hundieron en el parietal izquierdo muy cerca de la sien. En ese trágico momento solo pensé en la muerte, que había llegado mi fin, que me moría y recordé lo vivido hasta ese momento, con amigos, amigas, vecinos, familia, etc. Me apoyé en un carro Plimout gris y blanco del año 52, propiedad del señor Jesús Rodríguez, conocido como ¨Pampero¨. Así estuve un breve tiempo… los disparos continuaban y como no caía, no moría, comencé a caminar a duras penas hacia el edificio. Estaba totalmente bañado en sangre, perdía mucha sangre, la herida era profunda, la vecina, la señora Senovia, que me avistó, comenzó a gritar: “auxilio, auxilio, un herido grave, es el hijo de la señora Fran -como conocían a mi madre- es Fran, el hijo de la señora Fran”. Mi madre se llamaba Francisca Antonia y gran honor que comparto, pues me llamo Francisco Antonio.
Omar Blanco, el otro herido en una pierna y en el labio inferior derecho, estaba roto como para sutura de 3 a 5 puntos; a este amigo al que llamaban Ciro Loco no le hicieron caso por bromista jodedor. Cada vez que sonaba un escape de autobús o camión, traqui-traqui o lo que fuera, hacía creer que lo herían, para molestar. Esta vez sí que estaba herido, no le creían pensaban que estaba jodiendo, con su chanzas… hasta que me vieron y comenzó la algarabía. Con la movilización se hicieron presentes inmediatamente a prestar auxilio Andrés Terán ¨Camburito¨ y César Salazar ¨Cabeza de Mundo¨, nos llevaron hasta la calle buscando un vehículo que nos llevara a un hospital; ningún carro se detenía a prestar ayuda, hubo la necesidad de atravesársele a un carro libre Ford Fairlane, azul y rojo, año 57, para que se detuviera… el conductor aceptó llevarnos pero con la condición de dejarnos mínimo a una cuadra del hospital y así fue. Omar Blanco caminó apoyado en la pared cojeando hasta el hospital, yo en mi debilidad no tenía fuerza para sostenerme, me hicieron una silla de manos entrecruzando los brazos ambos amigos me llevaron hasta la puerta del hospital(Periférico de Catia), donde me dejaron. Al igual que el conductor, no querían que loscomprometieran con las autoridades pues era un hecho de sangre muy grave, y los podrían detenery hasta inculpar con el objeto de las supuestas averiguaciones de un presunto hecho punible de sangre… ellos se fueron, y mientras tanto yo, en la puerta del hospital, en el piso, hasta que unos camilleros me condujeron a emergencia donde ya era atendido Omar Blanco (Ciro Loco). A mi me hicieron un curetaje rápido y me dejaron en espera un buen rato en un cubículo abierto en una camilla dura e incómoda, estaba inconsciente, atontado sin saber mi condición de paciente.
Ya mi mamá había llegado al Periférico (hospital). No la dejaban pasar a sala de emergencias por ser zona restringida, supe por mi mamá que todo el que salía de emergencia comentaba de mi fríamente: “pobre muchacho, ese no amanece vivo, esa herida es grande y fea, ese se muere hoy o no amanece vivo”. Mi mamá al oír eso comenzó su intento de entrar, se aferró a las rejas que evitaban el paso a emergencias y logró entrar, y al verme, desesperada exigía atención médica con urgencia, la calmaron y le informaron que esperaban el quirófano para una intervención quirúrgica de estricta emergencia.
Me operaron y el diagnóstico dice que se extrajo objeto metálico incrustado en el parietal izquierdo del cráneo quedando hospitalizado baja estricta vigilancia médica. El caso clínico era delicado, no podía comer nada sólido, el dolor me impedía masticar, solo podía ingerir líquidos con pitillos y suero intravenoso para alimentarme e hidratarme. A los tres días por orden de no se quien médica o cual médico, me trasladaron en ambulancia al Hospital Militar, me ingresaron a emergencia donde me operaron para extraerme el resto de las esquirlas (metal en la herida) que quedaba en la herida, me internaron en una habitación de terapia intensiva en total aislamiento, en mi estado clínico perdí peso -aproximadamente unos 12 kilos- llegando a pesar como 40 kilos, que no permitía ponerme de pie y movilizarme. Al mes, ya en plena recuperación, me trasladan a una habitación de cuatro camas. Avanzando en mi mejoramiento de salud me negaba a usar esos utensilios de cama para saciar mis necesidades fisiológicas, tampoco que me inyectaran en mis nalgas -lo hacían en mis brazos y a la altura de mis muñecas, parecía un colador ja ja-, llegó el sábado y esperaba visita, que era de 2:00 pm a 4:00 pm, ya eran las 2 y 20 minutos y no llegaba nadie, me sentí olvidado, triste y me quedé en la cama cuando comenzaron a entrar en la habitación amigos, amigas, vecinos, familiares… eran muchos, parecía una fiesta, qué grata sorpresa, tanta gente que tiene que salir de la habitación a tomar aire en la terraza del hospital, ahí fue donde me di cuenta que era vigilado por un policía municipal, lo investigué y estaba en lo cierto con mis sospechas, a mi edad ya era un lector de prensa y me enteré que promovían una huelga de médicos del seguro social, se hablaba de un paro indefinido o prolongado en escala, para esos momentos. Yo que me sentía recuperado, bastante bien, fuera de peligro, decidí acercarme al consultorio del médico que me atendía, el doctor Krivoy, a quien le manifesté que yo me quería ir a mi casa, que estaba bien, en fin lo convencí y me firmó la papeleta dándome de alta, logrando mi objetivo. Me fui a la habitación y le pedí dinero a mis amigos pacientes que compartían la habitación -creo que era la nº8- y me recaudé diez bolívares (Bs 10,00), saqué mi ropa hacia la escalera a escondidas del vigilante policía que no me vio, y en las escaleras me cambié de ropa y así fue como abandoné el hospital, tomé un libre que por llevarme a mi casa me cobró tres bolívares (Bs 3,00) apareciéndomele a mi mamá como a las 11:00 am. Estaba preparando el almuerzo, asombrada me preguntó: “¿muchacho, qué haces aquí, cómo llegaste, con quién te viniste, que pasó?”.
Le expliqué. Confirmo de una vez que más que osado yo estaba loco -ja, ja- que era tremendo dentro de lo que se podía y se permitía a su ariano del 18 de abril, gracias, madre, por compartir lo bueno y lo malo y algo más contigo, gracias.
En los días siguientes me enteré que el día que dejé el hospital, en la tarde, me fueron a buscar la policía (PTJ) para interrogarme y no me encontraron, pero que estuviera pendiente que me iban a citar por boleta a la sede de la PTJ, que me asesorara con un abogado, que te acompañara un familiar directo, tu mamá o tu papá, por ser menor de edad.
Llegó el día de la cita. Era la sede policial y comenzó el interrogatorio, jugando a la confusión me acusaban de fabricar el supuesto niple. ¿Que cuántos éramos?, ¿dónde lo hicimos?, ¿quiénes estaban conmigo?, ¿a qué grupo subversivo pertenecía? Solo nombraba a Omar Blanco, que ya había sido interrogado, así que me enviaron a mi casa. Claro, con amenazas y antecedentes, y con promesa de amedrentamientos constantes.
Luego, transcurridos unos meses, me examinó el forense y sugirió un examen oftalmológico para revisión profunda del ojo izquierdo que se veía muy afectado. El diagnóstico fue usar lentes correctivos por astigmatismo y fotofobia (rechazo a la luz). Llevé a la óptica la fórmula recomendada, pasados quince días fui a la óptica a retirar los lentes, a la entrega vi que los cristales eran color verde, protesté porque yo no pedí cristal verde, y se me acercó el encargado y dijocategóricamente: “aquí no se hacen lentes al azar ni de caprichos, se hacen con fórmulas de prescripción médica la cual dice: Cristal Rayban con 20% menos de luz adaptado a 0,50 de aumento el ojo derecho y 2,50 el ojo derecho. Convencido, tuve que usar mis lentes correctivos.
El uso de mis lentes no daba más que problemas con la ley cada vez que en la calle a la policía no le gustaban mis lentes: me paraban para que alzara mis lentes, que les mostrara mis ojos, me los revisaban moviéndolos para asegurar que eran correctivos y para ver si mis ojos estaban rojos, pues usar lentes de sol para esa época era símbolo de estar mariguaneado y a los lentes les decían tapa nota. Me tocó ir al hospital para que me dieran certificado que mostrara que mis lentes eran medicados y me dejaran transitar sin molestarme. Así termino esta crónica, que el 29 de julio del 2018 se cumplen 53 años de este acontecimiento, de este caso policial, en un estado sin garantías constitucionales.
Los protagonistas viven.
Heridos: Fran Soteldo y Omar Blanco
Ilesos: Ñaño Mata y Orlando Beltrán
Auxiliadores, Ángel Salazar y Andrés Terán

No hay comentarios.:

Publicar un comentario