Pierina
Quintero
Caricuao
La
alegría de un domingo de sol motiva a los caraqueños del oeste de
la ciudad a hacer catarsis del ajetreo de la semana en los verdes
espacios del Parque Recreacional Zoológico de Caricuao. Allí,
residentes y visitantes de la populosa parroquia buscan volver al
mágico recuerdo infantil de conocer y hasta tocar animales, ver a
los monos y aves andar libres de un árbol a otro, escuchar el rugir
de los felinos y asombrarse con el tamaño de la elefanta Ruperta.
Por
ello, no fue ningún esfuerzo para mi acceder a cubrir una pauta
periodística en este espacio que fue creado por decreto N° 1.682,
de fecha 7 de marzo de 1974 y que, sin embargo, fue abierto a partir
del 31 de julio de 1977, seguramente por el papeleo de una burocracia
que obstaculizaba la debida adecuación para el público de 36
hectáreas, de las 630 que posee en total.
La
historia de este oasis empezó en 1967 cuando el gobierno de Raúl
Leoni decidió transferirle los terrenos de la Hacienda Cafetalera
Santa Cruz a la gobernación del entonces Distrito Federal, con la
finalidad de construir el zoológico más grande de la capital, cuyo
nombre sería Parque Zoológico Metropolitano. Pero en 1974
este lugar pasa a ser administrado por el Instituto Nacional de
Parques, mejor conocido como Inparques, y es entonces cuando se le
cambia el nombre a Parque Zoológico Caricuao y abre sus puertas el
31 de julio de 1977.
Con
esta información base, me dirigí el domingo
19 de noviembre de 2017 a este parque que, aparte de la
preservación de fauna y flora, también conserva la cuenca
hidrográfica Caricuao. Si bien he visitado este hermoso lugar antes
y durante mi ejercicio profesional, esta vez tenía una motivación
adicional: el hacer una tarea para el Diplomado Crónica Comunal, que
dicta el poeta Antonio Trujillo a apasionados por la palabra nuestra,
venezolana, y que cada sábado nos damos cita en la Casa Andrés
Bello.
Total
que mi nota de prensa sobre la ampliación de la programación de
actividades que ofrece el parque, en beneficio de los más de 3 mil
visitantes que recibe cada domingo, estaba aderezada por la
aplicación de las técnicas aprendidas hasta ahora en el diplomado,
además de el querer echarles el cuento de lo que allí reflexioné.
Ese
día era notable la afluencia de los asistentes, quienes pueden ver a
los felinos buscar y comer sus alimentos (principalmente carnes), así
como acercarse a los animales domésticos ubicados en el área de
contacto. Mientras observaba esto, no pude sino imaginar cómo eran
los domingos de los primeros habitantes de aquellas tierras en
tiempos del Cacique Caricuao, cuyo nombre proviene de caricual,
vocablo indígena que significa Quebrada del Caribe.
Entonces
especulé que este aguerrido cacique se hubiera asombrado enormemente
al tener cerca a un feroz y salvaje animal como lo
son los leones Atila y Aquiles, los cuales en ese momento
despertaban gritos y miradas de terror entre los niños y padres
presentes. Y no dudo que, inmediatamente después del asombro, el
indio Caricuao habría defendido a su población de aquellos felinos,
traídos por los blancos colonizadores luego de sacarlos de su
hábitat natural en lo que hoy conocemos como África.
En
medio de estos pensamientos, noté que otros visitantes atendían una
explicación por parte de los guías ambientales sobre pieles y
fósiles de animales salvajes. “Aquí también debería hablarse
del Cacique Caricuao y no sólo de especies africanas, como si éstas
fueran más cercanas a nosotros que la sangre aborigen”, me dije y
aproveché de hacerle la propuesta al coordinador del Zoológico.
Así
fue como cumplí con la pauta de trabajo y espero haber cumplido con
la tarea del profe Trujillo sobre un aspecto de este lugar de
esparcimiento que, más allá de los animales salvajes que exhibe,
guarda la historia, también feroz, de la lucha indígena en la época
de Diego de Losada, de quien cuentan que cruzó el Valle de Caricuao,
remontó la quebrada Caricuao y llegó al Río Valle, a la altura del
actual Hipódromo La Rinconada para evitar una posible emboscada de
los indios del Guaire.
Hola! Me agradó su blog, se ve fresco e interesante. Soy un cronista local de El Consejo, Edo Aragua. Los felicito!
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